My Escapada soñada: Polinesia Francesa
Recapitulando los viajes que he realizado hasta ahora, me ha hecho plantearme dónde me gustaría viajar. Y definitivamente, mi mente me ha transportado a la Polinesia Francesa, probablemente el lugar más remoto y desconocido para nosotros pero que alberga infinidad de encantos para los 5 sentidos.
Puestos a viajar soñando despiertos, me he sumergido en sus idílicas islas bordeadas de intensos azules e imaginado la cantidad de escenarios posibles para inmortalizar esos paisajes con fotografías de ensueño. ¿Imagináis pasear por esas playas de arena blanca y agua turquesa disfrutando de la vida contemplativa? Si me preguntasen qué es lo que me llevaría a una isla desierta, probablemente respondería que un libro, cámara de fotos y el bikini, sin duda.
Además, el arte y la gastronomía de Polinesia Francesa juegan un papel muy importante en la identidad de estas islas. Un ejemplo son las telas pintadas a mano con las que crean el clásico pareo (qué maravilla disfrutar de la libertad de vestir diariamente con un gustoso pareo). También podemos encontrar piedras y maderas talladas con representaciones humanas cuya connotación es religiosa y nos traslada a los vestigios que constituyen una sociedad que tiene mucho que ofrecer aún.
En cuanto a la gastronomía, ojeando en qué alimentos se basa, desde luego que se me abre el apetito, puesto que se fundamenta en pescados, sobretodo atún, mariscos, carnes, arroz, verduras y frutas como piña o plátano. El plato estrella consiste en maridar los alimentos con leche de coco y lima y crear un ceviche fresco, sabroso y saludable.
Ya sabéis que las bodas me fascinan junto con la decoración y el hecho de hablaros sobre Polinesia Francesa me suscita gran inquietud por conocer, de primera mano, cómo se desarrollan las sonadas bodas en estas islas del Pacífico Sur. Es imposible no enamorarse en semejante lugar, y si además, el anillo de compromiso contiene una de las exclusivas perlas negras cultivadas en Tahití, hacemos pleno.
Me resulta exquisito el gusto que muestran sus habitantes por las flores, decorando cada rincón con las bella y genuina flor de tiare, que junto con el olor de la vainilla, originaria de Polinesia Francesa, debe suponer un aroma embriagador propio de lo que significa el mismísimo paraíso en la Tierra.